miércoles, 26 de abril de 2017

mujeres a los pies de la cruz

http://es.catholic.net/op/articulos/17768/cat/710/3-maria-y-las-mujeres-al-pie-de-la-cruz.html http://www.mercaba.org/FICHAS/Cantalamessa/junto_a_la_cruz_estaba_su_madre.htm http://homiletica.org/pedrosergiodo/pedrosergiodonosobrant408.pdf https://diegojavier.wordpress.com/2017/04/15/las-que-anuncian-una-y-otra-vez-que-el-maestro-ha-resucitado-y-nos-espera-en-galilea-pascua-a-2017/

martes, 30 de agosto de 2016

apuntes de fe

 La mujer entendía a la perfección lo que significaba el borde del manto de Jesús y pensaba que con tocar solamente este borde o flecobastaría. Esto fue un tremendo acto de fe, pues significaba que la mujer estaba aferrándose al nombre de Dios y estaba reclamando las bendiciones de Dios. La mujer estaba conciente que estaba tomando de las promesas de Dios en sus manos para ser sana. 

Pero es más, el profeta Malaquías profetizó: "nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación" (Mal. 4:2). Los judíos interpretaban al Sol de justicia con el Mesías, y sus alas con el borde (tzitzit) de su manto. Cuando la mujer tocó este borde estaba creyendo que Jesús era el Mesías que tanto esperaban y que el borde de su manto podría traer la sanidad que tanto anhelaba.

El Talit o Manto: es una pieza cuadrada de tela sin costura, usada sobre la túnica, que llevaba unos flecos (Tzittzit) en las cuatro esquinas.
Es el manto de oración de los judíos que ellos usaban cuando oraban en su lugar secreto. 
Por eso Jesús dice en San Mateo 6:6 “Más tú, cuando ores, entra en tu aposento y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”.

El Talit se coloca sobre la cabeza y se toman las cuatro esquinas una contra otra, esta forma una tienda donde la persona entra en la Presencia de Dios.
Pablo hacía tiendas pequeñas (Hechos 18:2-3) para los viajeros, que también servían a los judíos en su tiempo de oración: tiendas pequeñas.
La parte más importante del Talit es el Tzittzit en las orillas. 
El mando tiene unas franjas de color azul que representa al Espíritu Santo, éste color sería característico del poder de Roma, de los césares., por eso Dios escogió este color, para decirnos que somos especiales para él, un pueblo de reyes y sacerdotes al servicio de nuestro Dios.

Deuteronomio 22:12 Te harás flecos en las cuatro puntas de tu manto con que te cubras.
Los colores que tenían el borde del manto de Jesús eran el azul, que representa autoridad, sacerdocio; y el color oro que se asocia con la gloria de Dios.
Cuando los judíos se cubren con el Talit creen que se están cubriendo con las leyes de Dios. Son 613 leyes mosaicas.
En hebreo cada letra tiene un valor numérico y de este valor numérico, por la cantidad de nudos en los flecos del Talit , se va expresando diferentes nombres de Dios.

Jehová- Yo Soy (Dios es nuestro Creador)
El Shaddai,- Poderoso (Dios mas que suficiente)
Adonai- Nuestro Señor
El Elyon- Dios Altísimo
El Olam- Nuestro Dios Eterno
Jehová Rafa- Mi Sanador
Jehová Yireh- Mi Proveedor
Jehová MaKadesh- Mi Santificador
Jehova Sidkenu- Mi Justicia
Jehová-Shalom- Mi Paz
Jehová Rohi- Mi Pastor
Jehova Sabaot- Nuestro Señor de los Ejércitos
Jehova Nissi- Mi Bandera en la batalla
Jehová Shama- El Señor vive en mi


*Todos los Nombres del Pacto son para ayudarnos en momentos de necesidad. 
Todos los Nombres se basan en la obra que hizo Jesucristo en el Calvario al morir por nuestros pecados.

El Talit simboliza el monte de oración, los flecos (Tzittzit) están marcando los mandamientos de Dios, sus leyes, me marcan que se debe vivir bajo su autoridad y en su Presencia.

Salmo 91:1 El que habita al abrigo del Altísimo
Morará bajo la sombra del Omnipotente.
91:2 Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío;
Mi Dios, en quien confiaré.
91:3 El te librará del lazo del cazador,
De la peste destructora.
91:4 Con sus plumas te cubrirá,
Y debajo de sus alas estarás seguro;


Malaquias 4:2 Más a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada. Entonces ahora comienzo a entender más a la mujer que se acercó a tocar el borde del manto de Jesús.

Alguien le había hablado de Jesús, alguien le había hablado que vendría el Mesías, el que traería salvación y sanidad a las vidas.
Los flecos simbolizan la forma del ala de un águila, por eso esta mujer enseguida asoció Malaquias con el borde del manto de Jesús.

*Entonces me pregunto:

¿Qué enseñanza encierra el borde del manto de Jesús para nuestras vidas?
¿Qué me quiere enseñar Jesús con esta historia, en dónde entro yo en todo esto, cuál es espiritualmente el borde del manto de Jesús que debo tocar?
¿Qué motivó a esta mujer poder tocar el borde del manto de Jesús?

Esta mujer padecía de un flujo de sangre por doce años, había gastado sus bienes, su físico estaba desgastado, sus emociones y su autoestima destruidas; por su condición era considerada inmunda.

Constantemente perdiendo sangre, día tras día por doce años.
Ya agotada, habiendo realizado todo con sus propias fuerzas, habiendo quedado en la ruina, sola, desamparada y desahuciada, alguien le cuenta de Jesús.

Cuando ella se abre paso desesperadamente entre la multitud, con su cuerpo débil y enfermo, tenía una meta.
Esta meta era llegar a Jesús, ella cuando tocó el borde del manto de Jesús, estaba reconociendo la autoridad del Mesías como único Dios, estaba reconociendo todas las leyes sobre Él, estaba reconociendo su poder.
Esta mujer estaba reconociendo la deidad de Jesús, estaba dejando a un lado su temor, su menosprecio, su propia naturaleza y se estaba poniendo bajo las alas de el único que tenía el poder para salvarla de esta horrible enfermedad.
Entonces su fe se activó, todo su ser cuerpo, alma y espíritu se volcaron a creer en Jesús y fue ahí cuando recibió su milagro.

*La Palabra nos muestra que mucha gente seguía a Jesús, muchos de los que estaba ahí tocaron su manto, ya sea por el roce, por acariciarlo, por curiosos, pero en ese momento sólo esta mujer activó el poder de Jesús al creer que Él era su Salvador y su sanador. 
Jesús se dio vuelta, con su mirada de amor y poder preguntó quién lo había tocado y cuando esta mujer se identificó, lo primero que hizo Jesús fue restaurar su identidad, su autoestima, al decirle :Hija.
Él la estaba poniendo en el lugar de ser humano, en el lugar de que más allá de lo que le estaba pasando, de lo que estaba viviendo, de cuánto la estaban enjuiciando, Él la miró a los ojos y le dijo “Hija”.
Él hoy nos mira a los ojos y nos llama por nuestro nombre.
Él nos está diciendo que tengamos ánimo, que no desmayemos.
Y luego restauró su alma y su físico: “Tu fe te ha salvado”.
Fue entonces que ella se dio cuenta que su hemorragia se había secado.

Hoy deseamos que Jesús nos sane, nos liberte, nos prospere, nos guíe, etc. 
Pero jamás toleraría Dios que juzguemos a alguien que no recibe inmediatamente su milagro.
Nadie debe ser juez de nadie para decir que no recibe sanidad porque le falta fe. Debemos enfocarnos en nosotras mismas, en saber esperar el tiempo y la voluntad de Dios, mientras nos dedicamos en poner en marcha nuestra fe en Él.

El Espíritu Santo está deseoso de llevarnos a tocar el borde del manto espiritual de Jesús, sabés cuál es: La Palabra de Dios, leerla, vivirla, ponerla por obra, aceptar a Jesús en tu corazón, tener intimidad con Jesús, creer por sobre todas las cosas, vivir una vida rendida a Él.
Debemos creer que los tres son uno. 1 Juan 5:7
Debemos creer que Jesús es nuestro Salvador personal. San Juan 3:16
Debemos dejar que el Espíritu Santo nos ministre.

Debemos imitar a esta mujer, que a pesar de su situación, supo ponerse bajo la autoridad de Jesús y reconocer su poder salvador, sanador y restaurador.

No es el manto el que tiene el poder, sino estaríamos haciendo una doctrina sobre el manto; por el contrario es captar lo que Dios nos está enseñando a través del manto de Jesús.
Es saber que cuando estoy poniendo mi vida bajo la Trinidad Divina, cuando soy obediente a su Palabra, cuando me muevo en fe en Cristo Jesús, cuando trabajo en equipo con el Espíritu Santo, ahí algo está sucediendo, igual como esta mujer que tocó el borde del manto de Jesús.

Dios nos llama hijas, nos pone en el lugar de herederas y coherederas en Cristo Jesús, Él tiene el poder y el deseo de salvarnos y sanarnos, solamente debo creer, aceptar su voluntad, confiar en Él y seguirle por siempre y para siempre.


¿Cuál es la situación qué te ata y angustia, cuál es tu imposible, qué sentís que está sangrando en tu físico o en tu corazón?

Te animo a que puedas despojarte en Cristo de toda incredulidad, de toda culpa, de toda falta de perdón. Él desea que le creas y que le toques con tu corazón.

Te aliento y me aliento a movernos bajo la Palabra de Dios, a creer en la virtud salvadora y sanadora de Jesús y a dejar que el Espíritu Santo nos ministre hoy.


!Qué Dios te bendiga!

Hermanos en Cristo. No sabemos cómo se llamaba estaba mujer, ni si era joven o adulta; el Evangelio sólo nos dice que estaba enferma desde hacía doce años. ¡Doce años! de mucho dolor para su vida, La mujer llevaba enferma varios años. Esta mujer "había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor " (Mc 5,26). De médico en médico y ninguno le daba solución para a sus problemas. Nuevos tratamientos y medicamentos y ninguno sanaba su situación, al contrario, iba a peor. En una situación así, acabas aburrido, harto, te sientes impotente y pierdes la esperanza de que algún día tu enfermedad pueda ser sanada. Aquella mujer ya nada podía hacer. Pero había oído habar de Jesús. Sabía que Jesús amaba a las personas, sabía que tenía poder para curar. Jesús estaba en su ciudad, no podía perder esta oportunidad, así que salió a su encuentro. Ella dá el primer paso; busca a Jesús para ser sanada.

    ¿Te has sentido alguna vez como esta mujer; impotente, débil ante las situaciones, ¿Te has rendido o has seguido intentándolo? Por ejemplo: si no se te da bien leer o hacer los ejercicios de cálculo o tienes una alergia o un problema de huesos  sigue buscando, no te rindas ante las dificultades. Nuestra protagonista no se rindió.  La mujer salió a la calle y se encontró con una dificultad: Su primera dificultad,  una gran multitud de gente rodeaba a Jesús. (Marcos 5, 24)"Le seguía un gran gentío que le oprimía." ¿Habéis estado alguna vez entre una multitud de gente?. Sólo ves cabezas a tu alrededor, te falta el aire, no ves el camino, pierdes la orientación...
   Pero esta mujer siguió adelante entre la multitud y pensó: "Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, seré sanada" (Mc 5,28)2da condición cree que Jesús puede sanarla.   No pedía hablar con Jesús y contarle su problema para que Él la sanara, tan sólo pedía tocar sus vestidos. Ella pensaba que con sólo tocar la túnica de Jesús quedaría sanada. 3ra condición, La fe de la mujer que cree que solo tocando su manto el de Jesús, ella sanara. ¿Qué pensáis?  ¿Es eso posible? Es posible, sí, porque la fe de esta mujer era muy grande. Así fue, la mujer tocó la túnica de Jesús, fue un toque de fe, un toque que pedía ayuda. "Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal" (Mc 5,29). ¡Sanó inmediatamente! Su fe recibió la respuesta: la sanación de su enfermedad.

       ¿Qué pasó después? "Al instante Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?»Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: `¿Quién me ha tocado?'» Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho." (Mc 5, 30-32). Jesús sabía que alguien especial le había tocado y que ese toque era una señal de fe. "Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad»" (Mc 5,33-34). La mujer se postró, se arrodilló ante Jesús, ante Aquel que la acababa de sanar y dio testimonio delante de todos de su sanación. Y Jesús la miró con amor, con el amor de un padre por sus hijos y le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad." Hermano observa que enseñanza tan grande nos da esta mujer, se postro de rodilla, como deberia hacerlo todo hijo de Dios, hummillarse y pedirle perdon tus faltas que a diario cometemos; pero ella le mostro la fe que tenia en él, y sabía que tenia el poder para sanarla.
La mujer cambió al encontrarse con Jesús, su corazón se llenó de gozo y de paz, su fe en Jesucristo aumentó y seguro que contó a todos sus vecinos y amigos lo sucedido. Tú puedes ser como esta mujer. No importa cual sea tu problema o enfermedad,"para Dios todo es posible" (Mt 19,26). Busca la ayuda que necesites en los medios naturales (en médicos, en profesores, en personas que oren contigo... ), pero también busca la ayuda en Jesús. Ora, ten fe, demuestra tu confianza en Dios y llegará la solución o la sanación. Y luego, no lo guardes como un secreto, cuéntalo a los demás igual que esta mujer confesó que Jesús le había sanado. Otra lección que podemos aprender hoy es la "persistencia", la perseverancia, no rendirnos antes las cosas que nos cuestan trabajo, que no se nos dan bien, que suponen un esfuerzo... Ser constantes, pero por sobre todo creerle a Jesús que puede trasformar nuestras vidas.

El toque de Jesús es curativo de una forma sobrenatural. Lo fue para muchos de una manera física en el tiempo que estuvo en esta Tierra. Lo ha sido de forma espiritual, emocional y sanadora también a lo largo de los siglos hasta el día de hoy. Y casos como la mujer de su época que, teniendo flujo de sangre por doce años, consideró que sólo tenía que tocar el borde de Su manto para ser salva nos hablan de ejemplos de fe a los que no llegamos, probablemente, ni de lejos. (Mateo 9, Lucas 8) Muchos piensan que si hubieran vivido en los tiempos de Jesús sería mucho más fácil creer en Él y tener una fe como la de esta mujer. Sin embargo, sólo hay que pasearse mínimamente por los Evangelios para darnos cuenta de hasta qué punto estamos equivocados. Tantos y tantos pasaron cerca de Él, comieron con Él, le acompañaron en Su día a día y sin embargo no supieron ver al Hijo de Dios Encarnado como Él quería ser visto. La reacción de la mujer era desesperada. Lo era porque era bien consciente de su necesidad. Sabía que nadie más podía ayudarla. Ya eran doce años de sufrimiento en una sociedad en la que, además, pocas problemáticas de las mujeres eran entendidas de forma misericordiosa y la ley dejaba bien claro que, mientras su flujo de sangre durara, sería considerada inmunda y esto la llevaría a estar apartada del resto como tal. Fue un alarde de osadía, además de una demostración de fe, el acercarse a Jesús como lo hizo. Él en ese momento se dirigía hacia el hogar de una niña que había muerto. Sin embargo, ella se acerca desde atrás bien consciente de que su objetivo era tocarle. Y lo consigue. No era la primera vez que Jesús realizaba milagros de esta forma. De hecho, en los evangelios se relata varias veces cómo se traía a los enfermos para que tocaran precisamente el borde de Su manto y la sanidad llegara a ellos. No era una manera común de curar a nadie. Ya en esa época había médicos (Lucas era uno de ellos) y el hecho de que Jesús planteara la sanidad de esta forma podría ser tomado por muchos como una superchería sin sentido. Seguramente, quienes así lo hicieron, nunca llegaron a beneficiarse del poder que de Jesús emanaba en tales momentos. Es la fe la que desencadena el poder. Si fe el poder queda simplemente en una potencialidad que no llega a nada. Allí hacía falta una dosis importante de fe y de confianza para que, al margen del sentido “lógico” de los métodos de Dios, la sanidad llegara a ella (a nosotros) a través del borde del manto de Su Hijo, que intercede ante Él por nosotros. Dios hace las cosas como Él quiere. Su lógica no es la nuestra y la fe consiste justamente en que, sin ver de qué forma Él vaya a actuar, tengamos la convicción de que lo hará eficazmente y a Su tiempo. Los métodos de Jesús y sus destinatarios fueron más que criticados en aquella época. A muchos de nosotros quizá se nos hubiera considerado igual de mal que a aquella mujer, si lo pensamos detenidamente. Quizá, por otro lado y al contrario que en este caso, nuestras vidas hubieran podido ser consideradas como aceptables desde el punto de vista humano. Pero Él permitió que Su amor la cubriera a ella, criticada y criticable, y también hubiera cubierto a los fariseos y tantos como le rodeaban, autosuficiencias y autocontentamientos aparte, si se hubieran acercado al Maestro como ella lo hizo: con fe. Él respondió a esa fe con un milagro impensable y dio una lección a los que venimos detrás que perdura ya por siglos. Resulta fundamental conocer nuestra necesidad. Necesitamos a veces estar apartados de todo y todos, como inmundos, incluso, para ser verdaderamente conscientes de cuánta falta nos hace que el Señor intervenga. Porque mientras pensamos, aunque sea mínimamente, que tenemos alguna posibilidad de resolver las cosas por nosotros mismos, tendemos a ello en nuestras fuerzas y a dejar a Dios en un segundo lugar. El tiempo, el largo tiempo, mejor dicho, que a veces tienen de historia nuestros problemas, le da mayor valor y sentido, si cabe, a la salvación que recibimos de lo alto. Si los problemas se resolvieran de manera inmediata probablemente nunca llegaríamos a comprender la salvación de la misma manera. Pero yendo más allá, la verdadera fe que alcanza el borde del manto de Dios es la que está dispuesta a abrirse camino en medio de la multitud, del gentío, de los que nos criticarán, de nuestra propia duda. No es un camino sencillo el que lleva al borde del manto de Jesús. Pero es un camino que sin duda merece la pena. Porque el resultado, efectivamente, también merece la pena. Y porque, más allá de esto incluso, dejando de lado el posible hecho de que la sanidad llegue (y no siempre lo hace de la forma que esperamos), abrirse camino en fe es un testimonio de obediencia hacia Dios que mueve y despierta la fe en otros. Alguien dijo alguna vez que si Dios no te da el milagro que pides, quizá tu vida ya está siendo el milagro de Dios para otros. Nuestro testimonio de fe a pesar de las circunstancias alienta la fe de quienes nos rodean. Él no empeña Su palabra y Su persona de forma gratuita. Cuando hablaba de que la fe del tamaño de un grano de mostaza sería capaz de mover montes no lo hacía como el charlatán que intenta engañar a las multitudes. El nombre de Dios mismo estaba en juego. Jesús amaba profundamente al Padre como para jugar a estas cosas. No hay juego en la fe. No hay trampa ni cartón. Pero es tan difícil a veces tener esa fe necesaria para abrirnos camino entre la multitud y alcanzar Su manto… Por ello mi oración hoy es que, en el conocimiento de estas cosas, el Señor ponga en mí la fe necesaria que me ayude a acercarme al borde de Su manto en la convicción de que de él emanará el poder necesario para cubrir aquellos aspectos de mi vida que quiere sustentar y sanar. Nuestra fe está en constante crecimiento en la medida que nos sujetamos a Él y anhelamos ver lo que quiere hacer en nosotros. Se complementa, además, al contemplar la acción de Dios en las vidas de otros, en la respuesta cumplida a las oraciones, en la lectura de la Palabra y en el aliento que recibimos unos y otros de la comunión. Podemos nutrirnos de lo que el Señor ya ha obrado, pero para tener verdadera fe hemos de proyectarnos hacia lo que no vemos, hacia lo que nos espera delante, anclados a Sus promesas, esperando en Él y en Sus tiempos. Si queremos llegar a tocar el borde del manto del Señor, no podemos despreciar ninguna posible fuente de la cual nuestra fe pueda nutrirse. Queremos fe... Necesitamos fe… Busquemos fe… Pidamos fe… Hallemos fe.
Leer más: http://protestantedigital.com/magacin/13591/Ayudame_a_tocar_el_borde_de_tu_manto
¡NO TE DETENGAS HASTA QUE TOQUES EL BORDE DE SU MANTO!

Un día que Jesús estaba en medio de una gran multitud, había una mujer que tenía doce años de padecer un flujo de sangre, ella había sufrido grandemente, gastando todo su dinero en médicos que ya no le daban esperanza, ¿te lo puedes imaginar? Ésta pobre mujer con su hemorragia por doce largos años, debe haber estado extremadamente delgada y pálida, pero con una fe que agradó a Jesús; ella, como pudo, avanzó entre la multitud que era tanta y en todos lados, que era sofocante, pero estaba completamente segura que si tan solo tocara el borde del manto del Divino Maestro, ella sería sana y libre de su enfermedad. 

Tan pronto ella pudo tocar el borde del manto del Señor dicen las Escrituras que “al instante cesó su hemorragia”; a pesar de que la enfermedad era desde hacía mucho tiempo ¡ella sanó inmediatamente! Jesús se dio cuenta que de Él había salido poder y preguntó ¿Quién me ha tocado? Muchas personas lo tocaban al mismo tiempo, pero este toque fue especial para Él, este toque de fe no podía pasar desapercibido para Jesús.

¡Qué brillo de gratitud debe haber tenido el rostro de ésta mujer de fe! A pesar de no tener fuerzas, sus marchitos dedos lograron rozar el borde del sagrado manto de Cristo. (Marcos 5:25-34)

No dejes de clamar a Dios, sigue avanzando como ésta mujer, no importa la multitud de obstáculos que puedas tener, no te rindas, que tu fe no decaiga, sigue hasta llegar a tocar el borde del manto del Señor ¡tu milagro puede estar a una oración de distancia!

Cada día que buscas al Altísimo Señor, es un día menos de espera para tu milagro, hoy estás más cerca que nunca, hoy cuando tienes tanta oposición para estar a solas con Dios, hoy es cuando no debes detenerte, aunque tengas una multitud de oposiciones. Si tan sólo tocaras a Dios con tu fe como esta mujer, Él podría ver tu corazón lleno de fe y decirte “Hija tu fe te ha sanado, sé libre de tu azote”. Todo lo que necesitas es tener fe, “... Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).

Ejercita esa fe que agrada a Dios, que a pesar de toda oposición y obstáculos, sigues y sigues clamando y confiando en Él hasta tocar Su manto. Arrodíllate una vez más ante tu Señor porque hoy puede ser el día que tu fe toque al Divino Maestro.

No importa tu enfermedad o la enfermedad de tu ser querido, para Dios todo es posible, porque ¡por sus llagas hemos sido curados! No importa lo que te hayan dicho los médicos o lo que los demás dicen de tu situación ¡DIOS TIENE LA ÚLTIMA PALABRA!

Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote (Marcos 5:34, RV60).

Con amor,

Rvda. Dra. Margarita de Preza
Pastora